(*Acercamiento al libro del poeta César Valdebenito :El Jardín o el sueño de abril bajo un cielo de nubes rosadas, Ediciones Lar, Concepción, 1998.)
Este libro abre los ventanales a lo propio, a lo íntimo de un tren mágico con paredes blancas perfectas, donde la proyección en el telón de concreto, logra la frialdad del viaje instantáneo y su regreso, una renuncia, un infinito que se escapa cada vez que se quiere aferrarlo. El viajante hace del recuerdo su locura y sueño, se hace círculo del que nunca parte. El conocimiento del hablante no está en juego. El Otear del placer es su máxima, es “el seductor que goza del mundo sin comprometerse en nada” (Kierkegaard). Su encierro en el regreso del viaje es lo que explica que el hablante se dé cuenta de su propia existencia y del “viento que llega de otra tierra”. Alejado entonces éste de sus naturales, el poeta trata de lo inmenso, y en él lo pequeño se hace olvido. Son los grandes viajes, la semilla de su sangre. El territorio es la página izquierda, la mirada en paneo al horizonte, al ocaso, al otoño y la azotea, donde la fotografía, una tras otra, amarra la palabra. La mujer es el deseo de la aparición, la acción, lo que marca el adiós y el desvelo. El sentir de la nostalgia de la mujer, incluso en aquellos poemas donde no aparece. Y la abertura son mundos paralelos de sensaciones que en cada texto el hablante se hace aparecer, porque ahí pasará sus días.
Dice el autor en el poema 11:
¿quién ha puesto en mis manos estos guantes?
-no sé quién
más tarde me asusto de una sombra
que se arrastra
a lo largo del poema
curiosamente no es mi ira ni mi soberbia
sino un viento que llega
de otra tierra
Este texto es el que sitúa y explica al libro como un todo, y él nos encauza en forma fundamental hacia sus extremos, dando un marco real a la fabulación que juega y participa del sueño como mundo y sus fundamentos. Mundo singular y que lleva a pensar a más de alguno en la reproducción de la traducción, yo veo más bien la traducción del otro por la poesía, donde el lenguaje ajeno se hace universal. Este es el río por donde navega el autor, lo no-tradicional, el pecho de Lilith, la primera, única en su sueño de pecador.
El objetivo del autor se concreta desde un lugar impropio, donde el lenguaje traspasa las fronteras y emigra sin retorno.
No siempre el esclavo es esclavo, ni el poeta realmente poeta habla con letras purulentas lo que quiere decir y basta. No sólo se vale de recursos ajenos para ser ajeno, pero si lo hace le compete a éste que su juego sea propio, y esta intimidad valida su accionar y su paseo.
Nos iniciamos entonces con el autor en la conciencia, donde su primer poema nos lleva a la imagen, y dice: “como si estuviera”, aquí esta la posibilidad de la imagen y su imposible. Si cada palabra del texto es acto (una acción que evoca una imagen) y conciencia de algo (Sartre), cosa alguna o percepción, entonces esto es lo que da la importancia y hondura a los versos; participa así, la esencia y el espacio. Ese espacio numerado del poema, un calendario de recuerdos, una fecha no real, tiempo imposible en el viaje. Se tiene en cuenta entonces de la percepción certera e inviolable de
0 comentarios:
Publicar un comentario